El español de Venezuela, si bien es un
descendiente directo del español de Castilla, ha evolucionado siguiendo su
propia y muy particular senda, para convertirse en una lengua con matices
propios que se mueven al ritmo de la tecnología, los grupos sociales y la
geografía circundante. No en balde en el oriente del país hablamos “ceceao”,
mientras que en occidente hablamos “cantaito” y ni hablar de los vocablos que
usamos para referirnos a nuestra cotidianidad culinaria. A todos aquellos
tubérculos que agregamos a nuestros tradicionales hervidos los aglutinamos en
la región nororiental bajo el denominativo “vitualla”. En la región centro
norte el apelativo es “verdura”, pero en los andes y regiones adyacentes se le
conoce como “recado de olla”. Cosas de nuestra lengua.
El uso de las palabras eje también común en nuestro español. Será por eso que usamos el vocablo “bicho” como sustantivo: ¡ahí va el bicho ese!, como verbo: ¡Catalina, bicharenguealo ahí! y hasta como calificativo: ¡Que bichoso eres! Al final, ni usted ni yo pudimos dilucidar el correcto significado del término en estas tres expresiones, pero lo seguimos usando.
Otro aspecto importante del español de Venezuela es que mueve con la corriente de los tiempos y se adapta cual camaleón al giro político, tecnológico o social del momento. Para muestra, un botón: Para referirnos a algo bueno, agradable, empleamos un término que etimológicamente no tiene basamento alguno: la palabra “chévere” y su compinche el adjetivo “fino” y si queremos expresar nuestra profunda admiración le añadimos un aumentativo: “¡Burda e’ fino, pana!”, pero si queremos darle una connotación despectiva, apelamos al opuesto: “!Eso si es chimbo¡”
Saludos y si me siguen, nos vemos en el
próximo número para seguir dándole a la lengua. ¡Hasta entonces!
Por: M. Sc. Jesús Navas Bruzual
Lingüista & Traductor